El nuevo álbum de Tim Rock, "Me and My Angel", es una celebración etérea y conmovedora del reino angélico. El artista, Tim Rock, es un veterano de la música new age, conocido por ser el escritor y productor del grupo celta Threefold y por sus colaboraciones con Medwyn Goodall en "Serve Chilled" y con Midori en la serie "King Arthur Reborn". En este nuevo trabajo, se enfoca en pistas largas y evocadoras, creadas con teclados de última generación, diseñadas para que el oyente pueda perderse y soñar. La obra es un reflejo de su trayectoria y su habilidad para crear música que invita a la inmersión y la conexión espiritual. Además de su reciente álbum "Me and My Angel", Tim Rock cuenta con una sólida carrera en el ámbito de la música new age y la música celta.
Tim Rock - Me and My Angel (2025)01. Divine Messenger
02. Heavenly Host
03. The Guardian
04. Divine Grace
05. Benevolence
Duración total: 54:20 min.
🌌 El dolor pasa, la belleza permanece
ResponderEliminarUna reflexión para el alma inquieta
"El dolor pasa, la belleza permanece."
— Pierre-Auguste Renoir, pintor que, aún entre tormentos físicos, supo ver la luz entre las sombras.
Hay dolores que nos atraviesan como lluvia fría: invisibles pero reales. Nos doblan, nos queman por dentro, nos ponen frente a espejos que no siempre queremos mirar. Sin embargo, el dolor —como toda sombra— necesita de la luz para existir. Es temporal. Tiene fecha de caducidad, aunque se oculte tras disfraces de eternidad.
Pero… ¿qué es esa belleza que permanece?
No es la estética superficial. No es la juventud.
Es la belleza del espíritu que resiste, del corazón que sigue latiendo a pesar de las grietas. Es el arte que nace del sufrimiento, la canción compuesta desde lo más profundo del abismo, la sonrisa que se dibuja aunque haya lágrimas escondidas.
El dolor es un visitante. La belleza es la casa.
El dolor toca a la puerta, se instala un tiempo, pero se va. La belleza interior, si la cultivamos, permanece como fuego sagrado. Puede apagarse a veces, pero nunca muere del todo.
Renoir pintaba cuando sus manos estaban deformadas por la artritis. Pintaba con los pinceles atados a sus dedos. ¿Por qué? Porque había comprendido que el dolor era una bruma pasajera, mientras que la belleza que salía de su alma podía ser eterna.
Entonces… ¿qué belleza estás dejando tú en el mundo?
¿Qué cicatrices se están transformando en alas?
¿Qué oscuridad estás iluminando desde adentro?
Permítete sentir, pero no te quedes allí.
Cada nota de tu dolor puede convertirse en melodía.
Cada herida, en arte.
Cada caída, en un nuevo compás para la danza de tu alma.
Que tu vida sea una obra enigmática, sí… pero profundamente bella.
“La Belleza que Queda”
ResponderEliminarDesde Aluminé, entre el silencio de los cerros y la voz del alma
El viento sopla con fuerza esta tarde en Aluminé. Se cuela entre los pinos, hace bailar las ramas del pehuén y levanta polvaredas como si jugara a esconder los senderos. Sentado junto al río, escucho su murmullo profundo, como si contara historias que sólo se revelan a quienes han aprendido a mirar más allá del dolor.
Pienso en la frase de Renoir: “El dolor pasa, la belleza permanece.” Y no puedo evitar preguntarme cuántas veces confundimos lo transitorio con lo eterno, cuántas veces creemos que el sufrimiento durará para siempre... y, sin embargo, siempre, siempre, algo hermoso queda flotando en el aire cuando el dolor se disuelve.
He vivido pérdidas. Algunos duelos llegaron como tormentas inesperadas. Otros, como una lenta llovizna que cala hasta los huesos. Pero incluso en medio de esos abismos, aprendí —a veces con rabia, otras con ternura— que hay una belleza que no se rinde. Una belleza que sobrevive. Como una flor que nace entre las piedras o una canción que te encuentra cuando todo parece en ruinas.
Vivir aquí, en Aluminé, no es solo habitar un paisaje; es convivir con el misterio. Es ver cómo la nieve cubre los picos, cómo el otoño enciende los álamos, cómo el río, aunque frío y profundo, sigue cantando. ¿No es ese el mayor acto de fe? Que el mundo, a pesar de todo, siga siendo bello. Que siga ofreciéndonos destellos, aún cuando estamos rotos.
La belleza no siempre es grandiosa. A veces es sutil. Se manifiesta en lo mínimo: en una mirada que comprende, en una fogata que no se apaga, en una palabra dicha justo a tiempo. Otras veces, es feroz, como el sol que atraviesa la niebla y te obliga a ver lo que estabas evitando.
Lo comprendí una noche, mientras caminaba solo por la costa del Lago Quillén. El frío me mordía los dedos y el cielo estaba cubierto. De pronto, entre las nubes, se abrió una grieta y por ella cayó un rayo de luna que iluminó la superficie del agua. Ese momento duró segundos, pero quedó grabado en mi alma como un recordatorio: el dolor pasa, la belleza permanece. No como consuelo, sino como verdad profunda.
Desde entonces, cada vez que algo dentro de mí se rompe, dejo de resistirme. Me entrego al proceso. Y, mientras atravieso la herida, me repito: “Es sólo una capa. Debajo sigue la belleza. Debajo, todo sigue vivo.” Porque cuando dejamos que el dolor nos atraviese, sin quedarnos aferrados a él, podemos descubrir la verdad más poderosa: somos más grandes que lo que sufrimos.
Si estás leyendo esto en medio de tu propio invierno, no te pido que sonrías a la fuerza. No te pido que niegues lo que duele. Sólo te invito a mirar alrededor, con ojos nuevos. Tal vez haya una música que aún no has escuchado, un rincón de belleza que aún no has descubierto. Tal vez sea una rama moviéndose contra el cielo gris. Tal vez sea esta palabra que ahora llega a vos, desde un rincón del sur.
La belleza no viene a salvarnos del dolor, pero camina a nuestro lado. Es la mano que no tiembla. La luz que no se apaga. El espíritu que nos lleva —como MusiK EnigmatiK— más allá del crepúsculo, hacia ese territorio invisible donde todo lo vivido encuentra sentido.
Y entonces comprendemos: no hemos perdido nada esencial. Porque lo que duele se disuelve. Y lo que verdaderamente importa... permanece.
Desde Aluminé, donde el dolor se transforma y la belleza florece entre las montañas.