El álbum "Cuban Piano Danzón" (2025) de Emile & Oliva es un delicado puente entre tradición y modernidad: sus notas de piano dialogan con la cadencia seductora del danzón cubano para crear paisajes sonoros que acarician el alma. Cada tema despliega una poética equilibrio entre melancolía y gozo, como si las teclas respiraran los recuerdos insulares de palmeras, atardeceres y murmullos rítmicos. La producción del álbum es esmerada, sin estridencias, enfatizando la transparencia de los timbres y la pulsación orgánica del ritmo. "Cuban Piano Danzon" es un trabajo que no aspira a epatar, sino a invitar al recogimiento y al deleite íntimo, recordándonos que la elegancia musical puede reconocerse en los pliegues más simples del arte.
Emile & Oliva - Cuban Piano Danzon (2025)
01. Bayamo Remberance
02. Carnaval
03. Pasaje de Santiago
04. Cuban Vivaldi
05. Contrapuntos y Piano
06. La Habana Francesa
07. La Habana 1762
08. Brisas de Caibaren
09. Cuban Lost City
Duración total: 37:27 min.
01. Bayamo Remberance
02. Carnaval
03. Pasaje de Santiago
04. Cuban Vivaldi
05. Contrapuntos y Piano
06. La Habana Francesa
07. La Habana 1762
08. Brisas de Caibaren
09. Cuban Lost City
Duración total: 37:27 min.
"La huella secreta del instante"
ResponderEliminarDesde Aluminé, al pie del viento
Hay días en los que el tiempo se curva y parece detenerse. El rumor del río, la sombra del cóndor cruzando el cielo claro, el crujido de las ramas secas bajo los pies… Todo eso me habla sin decir una palabra. Y en ese silencio que deja la montaña cuando calla, se hace presente una certeza antigua: lo verdadero no se pierde.
Vivo en Aluminé desde hace ya algunos años. Llegué buscando calma, sin saber que también buscaba profundidad. Aquí, el cielo cambia de humor muchas veces al día, pero hay algo que permanece: la intensidad serena con la que la vida se manifiesta. No hay ruido innecesario, y eso permite que lo esencial empiece a hablar.
Hoy, mientras caminaba por la orilla del río, me vino a la mente una frase de Borges que alguna vez subrayé en un libro ya desgastado: “Lo que de veras fue, no se pierde. La intensidad es una forma de eternidad.”
Y sentí que algo en mí comprendía lo que antes solo había intuido.
Cuántas veces creemos que hemos perdido momentos, personas, amores, versiones de nosotros mismos. Cuántas veces nos atormenta la idea de que “aquello” ya no está. Y sin embargo… ¿no hay acaso una huella que persiste, más allá del recuerdo? ¿No sentimos, en lo más íntimo, que lo que fue vivido con intensidad verdadera ha entrado en una zona del Ser donde el tiempo ya no manda?
A veces, esa intensidad fue un dolor agudo. Otras, una alegría inexplicable. Una mirada que nos desnudó, una música que nos trajo lágrimas, un encuentro que nos cambió el curso. Fueron instantes, sí… pero se quedaron. Nos habitan. Nos modelan. Se convierten en presencia interior, en una forma de sabiduría callada.
La vida cotidiana nos empuja a olvidar. El ruido del mundo quiere distraernos, dispersarnos, convencernos de que solo existe lo inmediato, lo superficial, lo “útil”. Pero si uno se detiene —aunque sea un momento— y respira con el alma abierta, empieza a recordar que la intensidad no tiene fecha de caducidad. Que todo lo vivido con el corazón despierto está ahí, palpitando bajo la piel del mundo.
Y esto, querido lector, es también un llamado:
No temas sentir profundamente. No temas entregarte a la intensidad. No huyas de los momentos que te transforman.
Porque cuando vives con presencia —cuando no pasas de largo por tu propia vida— estás sembrando eternidad en cada gesto. Incluso el dolor, si se vive con consciencia, se convierte en semilla. Incluso la pérdida, si se atraviesa con amor, revela su tesoro oculto: nada que haya sido real puede desaparecer del todo.
Aquí, en este rincón de la Patagonia, he aprendido que el alma no mide en años, ni en logros, ni en posesiones. El alma mide en profundidad. En intensidad. En la verdad con la que habitamos cada momento.
Así, cada paso por el bosque, cada noche estrellada, cada silencio compartido, se vuelve un portal. Y no importa cuánto tiempo pase: lo esencial permanece.
No se explica. No se retiene. No se repite.
Pero vive en nosotros, como un fuego secreto.
Y esa, quizá, sea la única eternidad que nos está dada.
— Desde Aluminé,
con un mate tibio y el corazón abierto,
Neto