Publicado en 1981, el álbum "Behind the Gardens, Behind the Wall, Under the Tree..." catapultó al arpista suizo Andreas Vollenweider al reconocimiento internacional. Considerado un hito en el género New Age, aunque también con elementos de folk, jazz fusión y world music, el álbum se distingue por el uso innovador de un arpa electroacústica modificada. La música, casi enteramente instrumental, crea paisajes sonoros oníricos y evocadores, a menudo descritos como banda sonora de fantasía. Las composiciones fluyen sin fisuras, combinando la delicadeza del arpa con percusiones sutiles y sintetizadores, creando una atmósfera positiva y optimista que se convirtió en la firma de Vollenweider. La música del álbum es una experiencia inmersiva en un mundo de fantasía.
Andreas Vollenweider - Behind the Gardens, Behind the Wall, Under the Tree... (1981)
01. Behind the Gardens, Behind the Wall, Under the Tree
02. Pyramid - In the Wood - In the Bright Light
03. Micro Macro
04. Skin and Skin
05. Moonlight Wrapped Around Us
06. Lion and Sheep
07. Sunday
08. Afternoon
09. Hands and Clouds
Duración total: 30:29 min.
01. Behind the Gardens, Behind the Wall, Under the Tree
02. Pyramid - In the Wood - In the Bright Light
03. Micro Macro
04. Skin and Skin
05. Moonlight Wrapped Around Us
06. Lion and Sheep
07. Sunday
08. Afternoon
09. Hands and Clouds
Duración total: 30:29 min.
Muchas veces, por soñar con alcanzar la luna, no nos damos cuenta de las flores que florecen a nuestros pies. —Albert Schweitzer.
ResponderEliminar"Las flores olvidadas del presente"
En el silencio entre un suspiro y un anhelo, el alma suele mirar hacia arriba, buscando en la inmensidad de la luna el reflejo de su destino. Nos han enseñado a soñar alto, a volar sin alas, a perseguir el resplandor lejano de lo que aún no somos… y sin embargo, ¿cuántas veces ese vuelo nos vuelve ciegos a la belleza que ya nos sostiene?
Muchas veces, por soñar con alcanzar la luna, no vemos las flores que florecen a nuestros pies. No porque no estén allí, sino porque creemos que la felicidad siempre está más adelante, más arriba, más lejos.
Pero las flores no gritan. No exigen ser vistas. Ellas simplemente son. Silenciosas, humildes, efímeras… y aun así, portadoras de una verdad secreta: la plenitud no siempre está en el logro, sino en la presencia.
Cada flor bajo nuestros pasos es una oportunidad de regresar. De recordar que el camino también es el destino. Que cada instante no vivido por estar demasiado lejos en la mente es un pétalo que se marchita sin haber sido contemplado.
Soñar no es un error. Pero perderse en el sueño, olvidando el milagro del ahora, sí lo es.
Así que, cuando mires a la luna —porque mirar es hermoso— recuerda también inclinarte, tocar la tierra, oler la vida que brota cerca. Tal vez, solo tal vez, las flores que hoy ignoras contengan las respuestas que buscas en los cielos.
“Flores al pie del sendero: Aprender a ver desde Aluminé”
ResponderEliminarPor una alma caminante del sur
Aquí, en Aluminé, los días no se miden por relojes, sino por la danza del sol en la cordillera, por el susurro del río que nunca repite la misma melodía, por el momento en que un cóndor aparece entre las nubes y te recuerda lo pequeños —y sagrados— que somos.
Vivir en este rincón de la Patagonia no es solo estar lejos del ruido del mundo. Es estar más cerca del centro de uno mismo. Aquí aprendí, muchas veces con dolor, que perseguir grandes metas, sueños ambiciosos, e incluso ideales espirituales, puede convertirse en un espejismo si olvidamos mirar el suelo que pisamos… el mismo que, cada mañana, florece en silencio.
Una vez escuché esta frase de Albert Schweitzer, y desde entonces no deja de resonar en mi interior:
"Muchas veces, por soñar con alcanzar la luna, no nos damos cuenta de las flores que florecen a nuestros pies."
Y fue como si el bosque me hablara.
Recuerdo una tarde caminando por el sendero del Ñorquinco, mi mente iba lejos, cargada de preguntas sin respuesta: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿hacia dónde voy realmente? Estaba obsesionado con “llegar”, con encontrar esa claridad, esa revelación, ese “algo” que me diera paz. Pero mientras mis pensamientos volaban alto como el viento del oeste, mis pies tropezaban una y otra vez con raíces, piedras, flores que no veía. Hasta que me detuve. Y miré.
A mi alrededor, el suelo estaba lleno de pequeñas flores violetas, tímidas, pero firmes, creciendo entre la tierra seca y las rocas. No sabían nada de la luna. No querían ser vistas. Solo estaban ahí, floreciendo.
Fue entonces cuando entendí.
La espiritualidad —esa búsqueda tan humana por algo más alto— no siempre está en el más allá, ni en los libros, ni en las cumbres de las montañas. A veces está justo aquí, en lo que ya tenemos, en lo que damos por sentado.
Las flores a nuestros pies pueden ser una conversación sencilla con un vecino, el calor de un fuego encendido en casa, el aroma del pan casero al amanecer, o el simple hecho de respirar profundamente mientras cae la tarde en la montaña. Y sin embargo, cuántas veces las ignoramos, por mirar tan lejos, por soñar tan alto, por querer ser “más”.
La cultura mapuche, tan presente en estas tierras, enseña el valor del "Aquí y ahora" a través de la conexión con la naturaleza. Ellos no separan lo sagrado de lo cotidiano. Para ellos, recoger leña, agradecer al río, caminar en silencio… todo eso es oración. Es camino.
Y quizás eso es lo que más me ha transformado desde que elegí esta vida en Aluminé. Aquí aprendí que no hay que renunciar a los sueños, pero sí enraizarlos. Que aspirar a la luna está bien, siempre que no pisemos las flores en el intento. Que el verdadero crecimiento espiritual no es ascender, sino profundizar.
Para quien lea esto desde la vorágine de una ciudad, desde el cansancio de una rutina sin sentido, o desde el abismo de una duda existencial, quiero decirte algo que el bosque me susurra cada mañana:
"No busques tan lejos lo que ya florece en tu alma."
A veces, la respuesta que anhelamos está en la pausa. En el olor a tierra mojada. En el primer mate del día. En ese gesto de ternura que pasa desapercibido pero es eterno. En una canción que no entendemos del todo pero que igual nos hace llorar.
Por eso, cuando sientas que no estás avanzando, que tus sueños aún no se cumplen, que tu luna sigue lejana… detente. Mira a tu alrededor. Agradece lo que ya es. Escucha los sonidos del ahora, que también tienen música.
Tal vez, justo a tus pies, hay flores que han esperado todo este tiempo que las mires.
Desde esta tierra de cielos cambiantes y almas profundas, envío estas palabras como un abrazo, como un espejo, como una flor más al borde del sendero.
Que el viaje continúe, no siempre hacia arriba, pero sí hacia dentro.
Y que MusiK EnigmatiK nos siga llevando…
más allá del crepúsculo.
—🌙 Desde Aluminé, con los pies en la tierra y el alma en flor 🌸