Medwyn Goodall - Kingdom of the Sun God (1993)

"Kingdom of the Sun God (El Reino del Dios Sol)" de Medwyn Goodall es elegante, expresivo y, sobre todo, alegre. La naturaleza marca el ritmo de cada pieza con una breve obertura, y Goodall interpreta el tema de la naturaleza y construye una sinfonía de sonido a su alrededor. El telón de fondo es un paisaje variado de instrumentos, que incluyen percusión, sintetizadores y guitarra. Goodall, un consumado músico de una docena de instrumentos, crea un arreglo exótico para lograr un sonido folclórico andino distintivo. "In the Kingdom of the Sun God" ofrece 43 minutos sólidos de buena música inspirada en Sudamérica. El álbum está dominado por flautas de pan y ocasionalmente guitarra eléctrica. La primera pista es la más memorable del álbum. 

Medwyn Goodall - Kingdom of the Sun God (1993)

01. Dream Catcher
02. Realm of the Condors
03. Inca Gold
04. Temple of the Sun
05. Plummage

Duración total: 43:21 min.



Duración total: 72:58 min.

 

Comentarios

  1. Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.
    —Mahatma Gandhi

    ResponderEliminar
  2. 🌌 La Sinfonía Interior

    Una meditación sonora desde lo más profundo del alma

    En ocasiones, no hace falta un instrumento para crear música.
    Solo basta cerrar los ojos… y escuchar.

    La Sinfonía Interior

    Cerraste los ojos.
    Y al instante, el mundo desapareció.

    No había tierra, ni cielo, ni tiempo. Solo un espacio blando, como si estuvieras flotando en la memoria del universo.
    Entonces, comenzó.

    Un primer sonido: un suspiro de estrella.
    Luego otro: un acorde hecho de lágrimas que nunca lloraste.
    Y después, un eco: tu risa de niño, transformada en campanillas de luz.

    Todo flotaba a tu alrededor:
    notas doradas suspendidas en nebulosas violetas,
    cascadas de melodías que bajaban desde constelaciones vivas,
    instrumentos invisibles tocados por lo que alguna vez fuiste…
    y por todo lo que aún podés ser.

    Una voz —tu voz, pero más antigua, más sabia— susurró:

    “Esta es tu música.
    La que nace en el silencio.
    La que nadie más puede escuchar… salvo vos.”

    Y en ese instante comprendiste:
    no necesitabas partituras, ni público, ni escenario.
    Solo bastaba sentir.

    Cuando abriste los ojos, el mundo seguía allí.
    Pero algo era distinto.

    Ahora, llevabas adentro tu propia sinfonía.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario