Sangit Om (Stefan Petersilge) recibió sus primeras lecciones de piano a los cinco años, era 1959. A los diez años comenzó sus estudios de violín y estudió música pasando sus exámenes con distinción, pero entonces él quería ser un músico de jazz y tocó el piano en bares llenos de humo. Después de un tiempo en esa tarea, se encontró demasiado aburrido, así que comenzó a viajar y de esta manera aprendió mucho más sobre la música. En la India, se encontró con un maestro que le presentó los conceptos básicos de la música india y aprendió a tocar la flauta bansuri. "Sangit Om" es un antiguo mantra hindú y significa "La música es el sonido del silencio interior." Este álbum presenta melodías suaves de paisajes sonoros que buscan crear una experiencia auditiva relajante e introspectiva.
Sangit Om - Dimensions Of Life (1991)
01. No Beginning
02. Falling Stars
03. Tristezza
04. Playing Child
05. The Whales' Secret Garden
06. Circle
07. Dimensions Of Life
08. Remembrance
09. Inner Treasure
Duración total: 46:34 min.
Hermoso comienzo de guitarras en esta melodía! Y simpática continuación con marismas y flauta! "La música es el sonido del silencio interior." Y con esta canción mi alma baila, sueña y se vuelve a enamorar de la música y de la vida! Muy alegre! Pum para arriba!
ResponderEliminarMe sumo a las palabras de John Dryden y me inyecto una poción de esperanza y júbilo: "Presencia de ánimo y valor en la adversidad, valen para conquistar el éxito más que un ejército.”
🌄 Más allá del crepúsculo: Presencia, valor y el susurro del alma en Aluminé
ResponderEliminarEl crepúsculo cae lentamente sobre los valles de Aluminé, y el aire se tiñe de un dorado que parece contener la respiración del mundo. Las montañas guardan silencio, los lagos se apagan en espejos de cobre, y los álamos, quietos, parecen custodiar un secreto que solo el corazón puede escuchar. Aquí, donde el viento trae historias antiguas y el espíritu mapuche aún murmura entre las piedras, uno aprende que la verdadera fortaleza no se mide por la cantidad de victorias, sino por la presencia del alma cuando todo parece perder sentido.
He pasado muchas tardes observando cómo el sol se retira tras las cumbres del Ruca Choroy, dejando en su partida una enseñanza silenciosa: nada es permanente, ni el día ni la noche, ni la alegría ni el dolor. Pero lo que sí puede permanecer —si así lo elegimos— es la presencia de ánimo y el valor en la adversidad, esa energía sutil que John Dryden llamó más poderosa que un ejército. Porque en los instantes de oscuridad, cuando las sombras se alargan y la esperanza parece un eco lejano, es cuando el alma se revela en su forma más pura.
El espíritu de este lugar invita a detenerse, a escuchar el rumor del río Aluminé que corre constante, sin miedo, sorteando piedras, cayendo y levantándose, como quien ha comprendido que la vida es un flujo que nunca se detiene. ¿No somos acaso como ese río? A veces tranquilos, a veces turbulentos, pero siempre avanzando, aún sin saber qué paisaje nos espera más adelante.
Vivir aquí, entre montañas y vientos, enseña una lección de humildad: el universo no nos debe nada. La naturaleza no lucha contra la tormenta; simplemente se adapta, resiste y florece cuando regresa el sol. Y es en esa aceptación donde nace la verdadera libertad. Porque el valor no consiste en no tener miedo, sino en caminar con él de la mano, sabiendo que cada paso, por incierto que sea, nos acerca a una versión más íntegra de nosotros mismos.
Hay noches en que el cielo de Aluminé se enciende con un manto de estrellas tan vasto que parece abrir una puerta hacia lo eterno. En ese silencio cósmico, uno comprende que la adversidad no es un castigo, sino una oportunidad que el universo nos entrega para recordar quiénes somos. No somos las circunstancias que nos hieren, sino la conciencia que las atraviesa. Cuando elegimos mantener la calma, el ánimo y la fe, incluso en medio del caos, algo se transforma: la oscuridad deja de asustarnos y se convierte en maestra.
Quizás ese sea el secreto que Dryden intuía: que el éxito no es una conquista externa, sino un acto íntimo de presencia. Un triunfo invisible que ocurre dentro, cuando logramos mantenernos en pie ante la tempestad. Porque cada vez que resistimos con serenidad, fortalecemos el espíritu que nos guía más allá del crepúsculo, hacia territorios donde el miedo se disuelve y el alma recuerda su poder.
El viento de Aluminé me lo repite cada tarde: “Permanece. Respira. Agradece.”
No corras tras la luz, sé la luz.
No temas a la oscuridad, abrázala.
Y cuando el sol se esconda detrás de los cerros, recuerda que incluso la noche tiene su propia música —una sinfonía enigmática que sólo los valientes aprenden a escuchar.
Porque más allá del crepúsculo, donde termina el día y comienza lo eterno, el espíritu renace.
Y allí, en el silencio que queda después del viento, descubrimos que ya somos todo lo que estábamos buscando.