Tras la expectativa generada, el aclamado artista Yakuro ha lanzado su nuevo álbum, "Mirage", una obra que sumerge al oyente en una travesía sonora por vastos paisajes desérticos y espejismos etéreos. Con su característico estilo New Age, Yakuro despliega una orquestación sutil de sintetizadores melódicos y ritmos hipnóticos, creando una atmósfera de introspección y ensueño. Cada tema del álbum parece narrar una historia de ilusión y realidad, donde las melodías flotantes y las texturas sonoras se fusionan para evocar la sensación de un oasis inalcanzable. "Mirage" es, sin duda, una continuación magistral de la exploración musical del artista, ofreciendo un refugio auditivo para aquellos que buscan desconectarse y perderse en la belleza de lo irreal.
Yakuro - Mirage (2025)
01. Mirage (2025 Version)
02. Mirage (DePNEIM Version)
03. Mirage (Emil Sagitov Version)
04. Mirage (Klym Guitar Edit)
05. Mirage 2
06. Mirage (Cosmview Version)
07. Mirage (Transextasy Version)
08. Mirage (DarReec Version)
09, Return (2025 Version)
10. Mirage - Remaster 2025
11. Return - Remaster 2025
Duración total: 66:47 min.
01. Mirage (2025 Version)
02. Mirage (DePNEIM Version)
03. Mirage (Emil Sagitov Version)
04. Mirage (Klym Guitar Edit)
05. Mirage 2
06. Mirage (Cosmview Version)
07. Mirage (Transextasy Version)
08. Mirage (DarReec Version)
09, Return (2025 Version)
10. Mirage - Remaster 2025
11. Return - Remaster 2025
Duración total: 66:47 min.
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La belleza, cuando se muestra en plenitud, no conoce fronteras de tiempo ni espacio. En ella late siempre un soplo de eternidad, como si el instante pudiera abrirse y dejarnos ver algo que trasciende lo pasajero. Simone Weil nos lo susurra: lo bello no es solo lo que agrada, sino lo que revela.
ResponderEliminarHoy, con Mirage, Yakuro nos invita a atravesar espejismos interiores. Su música es arena movediza que, en lugar de hundirnos, nos eleva hacia un cielo más vasto. Cada acorde se expande como un horizonte que nunca termina de alcanzarse, y en ese perpetuo desierto interior aprendemos que lo ilusorio también puede ser alimento del alma. ¿No es acaso en los espejismos donde descubrimos lo que secretamente anhelamos?
Miro la mañana mojada que quedó después de la lluvia nocturna, y siento que el mundo entero respira distinto. Las hojas, el aire, hasta los silencios, parecen más frescos. Me dejo acompañar por unos mates calientes que sostienen la calma y me recuerdan que la eternidad puede caber en gestos tan pequeños como dar un sorbo, escuchar un tema, contemplar una gota que brilla en la ventana.
A veces, en medio de la quietud, surge un pasaje inesperado: como si la música abriera un umbral secreto. Es ahí donde el viajero interior despierta y comprende que su andar no necesita destinos grandiosos, sino instantes plenos. El agua en la tierra, el sonido en el aire, la palabra en el corazón: todo se transforma en señal.
Y desde este presente que se siente eterno, dejo un mensaje hacia adelante: que dentro de diez años recuerde esta simple mañana, esta compañía invisible que me sostiene, y la certeza de que la belleza nunca se pierde, aunque cambien las formas. Que el yo del futuro no olvide lo que el yo de hoy sabe con nitidez: que el milagro está en lo mínimo, que la eternidad se esconde en lo efímero, y que la música —como un oasis secreto— siempre nos devuelve a casa.
Cuando el día se apague y la noche comience a cubrirlo todo, la melodía de Mirage seguirá flotando como un reflejo de lo irreal que, en lo profundo, se siente más verdadero que cualquier certeza. Y entonces sabré que cada espejismo que acaricié no era ilusión, sino una forma distinta en que lo eterno decidió visitarme.
🌌 “Toda forma de belleza lleva en sí el sello de la eternidad”
ResponderEliminarEn Aluminé, cuando el viento del oeste desciende desde las montañas y roza la piel como un susurro antiguo, uno siente que algo más allá del tiempo se posa sobre la tierra. Es un instante suspendido, donde el alma parece reconocer un lenguaje anterior a las palabras. Aquí comprendí que la belleza no se mira: se escucha, se respira, se presiente.
Simone Weil escribió que “toda forma de belleza lleva en sí el sello de la eternidad”.
Y en esta tierra patagónica, donde la eternidad parece derramarse en forma de lagos, montañas y silencios, esa frase deja de ser una idea para convertirse en experiencia.
Aquí, la gente vive en contacto con esa belleza que no busca llamar la atención, sino revelar un misterio. Los abuelos mapuches dicen que “la tierra tiene memoria, y quien sabe escucharla, se vuelve parte de su canto”. Ellos no hablan de belleza en términos de apariencia, sino de presencia.
Lo bello, para ellos, es lo que habita con respeto: un gesto sencillo, un fogón compartido, una palabra dicha con el corazón.
He visto a los niños correr entre las araucarias, con las manos llenas de piñones y el rostro encendido por el sol, y he sentido que en esa inocencia late una forma pura de eternidad.
Porque la belleza no está solo en lo que contemplamos, sino en lo que somos capaces de sentir como sagrado.
En los días en que la vida parece pesar —cuando el alma se cansa, cuando el corazón duda, cuando el miedo susurra que no podremos más—, recuerdo esta enseñanza silenciosa del paisaje:
todo lo verdaderamente bello permanece.
La flor se marchita, pero su perfume queda grabado en la memoria.
La música se apaga, pero su resonancia vibra en el pecho mucho después del último acorde.
La persona se va, pero el amor que inspiró se vuelve eterno.
En cada pérdida, la eternidad nos enseña que nada se extingue, solo se transforma.
Y entonces comprendo que la belleza no es un lujo ni una decoración de la vida:
es una guía espiritual, una brújula que nos orienta hacia lo que no muere.
En las noches de luna llena sobre el lago Ruca Choroy, cuando el reflejo plateado tiembla sobre el agua, suelo sentarme en silencio. No busco respuestas. Solo dejo que la belleza me atraviese. Y en ese dejarse atravesar, algo cambia: los miedos se disuelven, el pasado se vuelve liviano, y una fuerza serena se despierta, recordándome que no estamos rotos, sino inacabados.
Que cada cicatriz también puede ser una forma de belleza, porque lleva el sello del aprendizaje y, por tanto, el de la eternidad.
La verdadera superación personal, he comprendido, no está en escapar del dolor ni en alcanzar metas brillantes, sino en aprender a mirar la belleza incluso en medio de la sombra.
Cuando logramos eso —cuando en medio de una despedida, un error o una caída aún somos capaces de percibir un destello de verdad—, estamos rozando lo eterno.
Y lo eterno sana, porque recuerda.
Recuerda quiénes somos más allá del miedo, del ego y del tiempo.
Desde Aluminé, donde el viento parece venir cargado de historias y el silencio tiene textura, siento que la belleza nos invita a una comunión constante.
Cada forma, cada sonido, cada emoción profunda, es una carta que el universo nos envía para recordarnos que ya pertenecemos a lo infinito.
Así, cada vez que me detengo ante una puesta de sol sobre el cerro Las Horquetas, no veo solo colores:
veo la eternidad guiñándome un ojo, diciéndome que mientras pueda asombrarme, mientras pueda conmoverme, nada está perdido.
Porque la belleza —esa presencia silenciosa que nos sostiene sin pedir nada— no envejece, no muere, no desaparece.
Solo cambia de forma, esperando que volvamos a reconocerla.
🕯️ La belleza es la voz de lo eterno que nos llama a despertar. Que sigamos viajando más allá del crepúsculo, hacia ese lugar donde lo bello y lo eterno se funden en un mismo latido.