"Christmas Hymns" es una colección navideña de música inspiradora interpretada por el pianista y compositor Paul Cardall. Lanzado en 2005 con 10 canciones, este álbum ofrece arreglos instrumentales suaves y emotivos de himnos tradicionales de Navidad. Cardall, conocido por su estilo contemplativo y su capacidad para transmitir serenidad a través del piano, transforma clásicos del repertorio navideño en piezas reconfortantes que reflejan el espíritu de la temporada, ideal para momentos de reflexión y celebración. "Christmas Hymns" combina tradición y elegancia, invitando al oyente a disfrutar de la profundidad y belleza de las melodías navideñas en una versión que va más allá de lo festivo para tocar lo espiritual y lo íntimo.
Paul Cardall - Christmas Hymns (2005)
01. Jesu, Joy of Man's Desiring
02. Carol of the Bells
03. Still Still Still
04. We Three Kings
05. Away in A Manger
06. Do you hear what I Hear
07. What Child is This
08. Silent Night
09. Good King Wenceslas
10. Il Est Ne, Le Divin Enfant
Duración total: 44:53 min.
01. Jesu, Joy of Man's Desiring
02. Carol of the Bells
03. Still Still Still
04. We Three Kings
05. Away in A Manger
06. Do you hear what I Hear
07. What Child is This
08. Silent Night
09. Good King Wenceslas
10. Il Est Ne, Le Divin Enfant
Duración total: 44:53 min.
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Cuando la primavera aprende a rezar
ResponderEliminarVivo en Aluminé, Neuquén, en el corazón de la Patagonia argentina, y a fines de la primavera la Navidad llega aquí de un modo distinto. No trae nieve ni encierro, sino brotes nuevos, ríos desatados y una luz que se estira hasta tarde, como si el día se resistiera a terminar. El bosque huele a renacimiento y la tierra parece recordarnos, sin palabras, que todo lo vivo insiste en volver a empezar.
En estas semanas el crepúsculo no es una despedida, sino un pasaje. El sol cae lento detrás de los cerros y deja un resplandor que no se apura. Es en ese umbral —ni día ni noche— donde la conciencia se vuelve más fina. Allí la frase resuena con una claridad casi incómoda: cada persona debe decidir si caminar a la luz de la compasión creativa o en las sombras del egoísmo destructivo. No como juicio, sino como invitación.
La compasión creativa, en este paisaje, se parece a la primavera misma. No fuerza su llegada: brota. Encuentra grietas, inventa caminos, transforma lo que parecía seco en promesa. Es la capacidad de ver al otro no como obstáculo, sino como posibilidad. De responder con imaginación cuando el impulso automático sería cerrarse. Aquí lo aprendí mirando el río Aluminé: nunca discute con las piedras, las rodea. Y, sin embargo, llega.
El egoísmo destructivo también tiene su estación. No siempre se presenta como dureza; a veces se disfraza de cansancio, de desconfianza aprendida, de “no es mi problema”. Es una sombra que se alarga cuando olvidamos que pertenecemos. No destruye de golpe: desgasta. Nos separa del pulso de la vida, nos vuelve espectadores de nuestra propia historia.
Navidad, en este sur luminoso, no habla tanto de nacimiento como de elección. Elegir qué nutrir. Porque todo crece en primavera, incluso aquello que no queremos. La compasión creativa necesita atención y cuidado, como un brote tierno. El egoísmo, en cambio, crece solo, alimentado por el miedo y la prisa. La diferencia está en lo que regamos a diario.
La espiritualidad, entendí aquí, no es escapar del mundo sino habitarlo con conciencia. Superarse no es ir más alto, sino ir más hondo. Es animarse a mirar las propias sombras sin construirles una casa. Es reconocer que la luz no nos hace superiores, sino responsables. Caminar a la luz implica hacerse cargo del impacto de cada paso.
A fines de primavera, la Patagonia enseña una lección silenciosa: la vida no compite, coopera. El bosque no se apura, pero tampoco se detiene. Cada ser ocupa su lugar sin reclamar el del otro. La compasión creativa es esa sabiduría trasladada al corazón humano. Crear vínculos donde había distancia. Tender gestos donde había silencio. Elegir cuidar aun cuando nadie aplaude.
El egoísmo destructivo nos promete protección, pero nos deja solos. La compasión creativa no promete nada, pero cumple: nos devuelve al flujo. Nos recuerda que no estamos separados del todo, que el otro no es una amenaza sino un espejo. Que ayudar no empobrece, expande.
En este tiempo de días largos y noches suaves, la Navidad se vuelve una pausa consciente. No para acumular, sino para aligerar. No para exigir, sino para agradecer. La decisión de la que hablaba Martin Luther King no ocurre una vez: ocurre en cada pensamiento, en cada gesto mínimo. Es cotidiana, casi invisible, como el crecimiento de una planta.
Desde Aluminé, mientras la primavera afina colores y el espíritu escucha, elijo caminar atento. No siempre en la certeza, pero sí en la intención. Porque sé que la luz no es un lugar al que se llega, sino una manera de andar. Y que, más allá del crepúsculo, la verdadera Navidad sucede cuando decidimos —una y otra vez— no caminar solos.