"Jewel Lake" de Bill Douglas es un álbum clave del género New Age que mezcla elementos clásicos, étnicos y folk. Producido por Stephen Hill, el disco destaca por la habilidad de Douglas para crear melodías líricas y serenas, utilizando el piano, teclados electrónicos y el fagot, su instrumento principal. El álbum incluye piezas inspiradas en la música celta, como "Highland" y "Killarney", junto con baladas emotivas como la canción que da título al disco y "Angelico". Es conocido por contener la versión original de "Deep Peace", una de las composiciones más populares de Douglas. El álbum encontró una inesperada popularidad, en parte gracias a la promoción en programas de radio, consolidando la reputación de Douglas como un compositor de música introspectiva y melódica.
Bill Douglas - Jewel Lake (1988)
01. Angelico
02. Highland
03. Lullaby
04. Infant Dreams
05. Killarney
06. Hymn
07. Dancing in the Wind
08. Folk Song
09. Flower
10. Karuna
11. Caroline
12. Innisfree
13. Deep Peace
14. Jewel Lake
Duración total: 49:14 min.
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"Todo tiempo tiene su tiempo. Empújalo, y será demasiado pronto. Reténlo, y será demasiado tarde. En el momento correcto, no habrá nada que lo detenga."
ResponderEliminar—Ray Grigg
Hay algo en la atmósfera de Aluminé, en el corazón de la Patagonia neuquina, que disuelve las urgencias del mundo moderno. Aquí, donde los ríos fluyen como pensamientos limpios y el viento baja desde la cordillera como un susurro antiguo, uno puede empezar a escuchar… de verdad.
La frase de Ray Grigg se presenta como una enseñanza envuelta en misterio: un koan temporal que sólo puede comprenderse cuando uno deja de intentar comprenderlo. ¿Qué significa que todo tiempo tiene su tiempo? Significa que forzar el río no lo hace correr más rápido, y detenerlo no impide su curso. Hay un compás oculto en la vida, un ritmo que no se obedece desde la mente sino desde el alma.
Escuchar ese ritmo es un arte. Y como todo arte sutil, requiere silencio interior. En ese espacio sagrado donde se disuelven las expectativas, aparece la música como guía. Es entonces cuando "Jewel Lake" de Bill Douglas se vuelve más que un álbum: se convierte en un espejo emocional, una brújula sonora hacia lo esencial.
Las melodías serenas del piano, los ecos del fagot como bruma matinal sobre un lago patagónico, los matices celtas de Highland y Killarney, nos invitan a detenernos en el ahora, sin empujarlo ni retenerlo. A simplemente ser. Cada nota parece respirar al ritmo de los árboles del bosque andino, donde los tiempos no se apresuran, y nada está fuera de lugar.
En este paisaje interior, "Deep Peace" no es solo una canción: es una plegaria sin palabras, una rendición suave al momento perfecto. Aquel que no puede ser forzado ni demorado. Aquel que, cuando llega, no necesita permiso para florecer.
Reflexiona: ¿Qué estás tratando de acelerar en tu vida? ¿Qué estás sosteniendo con demasiada fuerza? Tal vez ha llegado el momento de dejar de empujar… de dejar de retener. Quizás, como en la música de Bill Douglas, debas permitir que el silencio hable, que la melodía del instante te encuentre.
Y cuando lo haga, como el curso del río Aluminé en primavera, no habrá nada que lo detenga.
MusiK EnigmatiK: Porque la verdadera música no solo se escucha. Se siente. Se respira. Se vive.
Entre el Tiempo y el Silencio
ResponderEliminarAquí, en Aluminé, el tiempo no corre... respira.
A veces con brisa, otras con viento, pero siempre con un ritmo que desafía el reloj. Uno se acostumbra. O aprende. O se quiebra antes de comprender que hay cosas que no pueden forzarse, como el deshielo en la montaña, o el despertar del corazón.
Viví muchos años intentando empujar los ciclos de mi vida. Quería que el amor llegara cuando yo lo llamaba, que las respuestas se manifestaran cuando las exigía, que mis heridas sanaran al ritmo de mi impaciencia. Pero el universo no negocia con el ego. El universo espera que maduremos lo suficiente como para comprender lo que no se puede controlar.
Una noche de otoño, me perdí a propósito. Salí a caminar entre los senderos del bosque nativo, sin linterna, sin rumbo. Solo con el rumor lejano del río Ruca Choroy y el crujido de los ñires bajo mis pies. En ese extravío elegido, comprendí algo que cambió mi manera de habitar el tiempo: las cosas llegan cuando dejamos de perseguirlas y empezamos a merecerlas.
La frase de Ray Grigg me encontró una mañana en una hoja doblada entre las páginas de un viejo libro.
"Todo tiempo tiene su tiempo..."
La leí una y otra vez, como quien mastica una fruta desconocida, sin saber si es dulce o amarga. Y entendí: el momento perfecto no se fuerza, ni se retiene. Se reconoce cuando llega. Como el silencio después de una tormenta, como el suspiro exacto antes del llanto.
Aquí, los lagos no se apuran en congelarse, los pehuenes no compiten por crecer más rápido. El invierno cae cuando cae. La primavera brota cuando está lista. Nadie lo discute. Solo el ser humano cree que puede alterar los ritmos sagrados del tiempo con su voluntad herida.
Aprendí, en mi propia piel, que intentar apresurar lo que aún no ha germinado solo genera frustración. Y aferrarse a lo que ya cumplió su ciclo, solo trae vacío.
Una relación. Un proyecto. Un duelo. Una verdad.
Empújalo, y será demasiado pronto. Reténlo, y será demasiado tarde.
Hay un arte en saber esperar…
No con ansiedad, sino con presencia.
No con resignación, sino con entrega.
No con esperanza ciega, sino con certeza profunda de que lo que es para ti, no pasará de largo.
Pero también, lo que ya no es, no volverá, por más que grites su nombre en el viento.
Esta tierra me enseñó que la madurez espiritual no está en conseguirlo todo, sino en reconocer el momento justo en que algo debe nacer, permanecer, o morir.
Y cuando ese instante llega…
Cuando de verdad llega…
No hay fuerza humana, ni miedo interno, ni sombra ancestral que pueda detenerlo.
Así que, si estás atravesando un período de niebla interior, si sientes que el río de tu vida está estancado, o por el contrario, desbordado, detente. Respira. Vuelve a ti.
No todo requiere una acción. A veces, el mayor acto de coraje es esperar con el corazón abierto.
Porque sí… todo tiempo tiene su tiempo.
Y cuando sea el momento, sabrás que ha llegado.
Sin esfuerzo. Sin duda. Sin necesidad de entenderlo.
Solo con el suave estremecimiento del alma que finalmente reconoce:
“Es ahora”.