Lara Somogyi & Jean-Michel Blais - Désert (2025)

El álbum "Désert" de Lara Somogyi y Jean-Michel Blais, lanzado en marzo de 2025, es una colaboración fascinante que surge de improvisaciones espontáneas grabadas en Joshua Tree, California. La arpista electrónica Somogyi y el pianista-compositor Blais demuestran una química sónica natural, donde la delicadeza del arpa se entrelaza con la solidez del piano. El resultado es una colección de piezas que evocan calma, introspección y una sensación de fluidez, comparada por algunos con el agua de un manantial en el desierto. El disco es una conversación sin palabras entre los dos artistas, ofreciendo un refugio de serenidad en medio de la vorágine del mundo. "Désert" trasciende la mera colección de melodías para convertirse en una experiencia auditiva inmersiva.

Lara Somogyi & Jean-Michel Blais - Désert (2025)

01. Aura
02. Révérence
03. Yucca
04. Mirage
05. Cavernes
06. Refuge
07. Escaliers
08. Monarque
09. Mythes
10. Dusk
11. Ascension

Duración total: 38:57 min.

Comentarios

  1. Un oasis de luz y sombra sonora

    Siempre me conmueve cuando la música surge de un espacio verdadero, sin fórmulas, sin máscaras. Así siento "Désert", esta colaboración entre Lara Somogyi y Jean-Michel Blais, como una especie de milagro íntimo nacido del silencio del desierto californiano. No se trata de un álbum más: es una experiencia sensorial que fluye entre lo etéreo y lo terrenal, una suite nacida de la improvisación, como si el viento y la arena tocaran juntos.

    Escuchar "Désert" es caminar hacia adentro, hacia un lugar donde no hay espejos sino ventanas abiertas. Cada pieza, desde “aura” hasta “ascension”, es como un susurro que guía, un peldaño invisible que eleva. Me identifico con esa búsqueda: hacer de lo interior algo compartible, como intento en cada entrada de este blog.

    Hoy más que nunca siento que la música —cuando nace desde lo puro— no solo nos acompaña: nos transforma.

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  2. El propósito de la educación es convertir espejos en ventanas. —Sidney Harris.

    Siempre me conmovió esta frase de Sidney Harris: “El propósito de la educación es convertir espejos en ventanas”. Siento que en gran parte describe mi propio camino. Durante años he mirado hacia adentro, buscando entenderme, explorando mis emociones, mis sombras, mis sueños... Ese espejo ha sido necesario, incluso vital.

    Pero con el tiempo, comprendí que no basta con quedarse en el reflejo. La verdadera transformación ocurre cuando logramos abrir ventanas: hacia lo que está más allá de nosotros, hacia otras almas, hacia el misterio, la belleza, la música, la vida misma.

    Para mí, educar no es imponer ideas, sino despertar miradas. Es acompañar a otros —y a mí mismo— a salir de sí para ver más, sentir más, ser más. Y creo que todo lo que intento hacer, desde el blog hasta cada pequeño acto diario, busca eso: abrir una ventana donde antes solo había un espejo.

    Hoy, mientras escribía sobre désert, resonaba en mí aquella frase de Sidney Harris: “El propósito de la educación es convertir espejos en ventanas”. Siento que este álbum no solo es música, sino una verdadera enseñanza sensorial. No se limita a reflejar nuestras emociones como un espejo, sino que las atraviesa, las trasciende. Es una ventana hacia un paisaje interior que, muchas veces, olvidamos mirar.

    Y quizás eso es lo que más deseo con este blog: compartir esas ventanas que voy encontrando en mi camino. Música que no solo suena, sino que transforma.

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  3. 🌒 Vaykorus: el yelmo del sonido invisible

    Hace más de una década, en los albores de este viaje musical llamado MusiK EnigmatiK, una voz turca cruzó el umbral virtual con una delicadeza que aún hoy resuena: Vaykorus, cuyo nombre real era Tolga, un amigo del alma hecho de sonidos y letras compartidas.

    No sé bien cómo llegó, ni cuándo se fue… pero mientras estuvo, supo hacer de cada comentario una ceremonia pequeña, íntima, como si escribiera desde algún templo del desierto. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía, dejaba la impresión de alguien que escucha con el alma. Agradecía, celebraba, sentía.

    El significado de su nombre, Tolga, en su lengua madre, es "yelmo", un casco que no protege del ataque, sino del olvido. Y eso fue él para mí: una presencia protectora en el reino de los sonidos, un caballero invisible que velaba por la pureza de la música, por la resonancia genuina del espíritu.

    Hoy, aunque los años hayan pasado, su eco persiste. No necesito releer sus comentarios —aunque a veces lo hago— para saber que estuvo aquí. Basta con cerrar los ojos, poner un tema de Peter Kater, Eivind Aarset o Harold Budd… y allí vuelve, silencioso y fiel, el amigo de antaño que supo hacernos sentir menos solos en este vasto universo musical.

    A vos, Tolga-Vaykorus, gracias por el paso.
    Y por seguir escuchando, desde algún rincón del viento.

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