El álbum "Christmas Carols" de Greg Maroney & Brenda J Johnson invita a redescubrir villancicos clásicos con nuevos matices: a través del dúo de piano y cello, canciones como “Silent Night” o “O Holy Night” (y otros estándares del repertorio navideño) cobran vida con una sobria delicadeza. Los 9 temas del disco ofrecen una experiencia íntima y reflexiva, muy distinta de las producciones comerciales navideñas. Los arreglos priorizan la melodía y la pureza emocional, haciendo que cada canción sea perfecta para una velada tranquila, cerca del calor del hogar, evocando la nostalgia, la paz y la espiritualidad propias de la temporada. Su sonido minimalista permite que cada melodía antigua cobre nueva vida, realzando la belleza melódica sin artificios.
Greg Maroney & Brenda J Johnson - Christmas Carols (2021)
01. Carol of the Bells
02. What Child Is This
03. O Come, O Come, Emanuel
04. O Holy Night
05. Hark! the Herald Angels Sing
06. In the Bleak Midwinter
07. O Come, All Ye Faithful
08. A Day, Bright Day of Glory
09. Silent Night
Duración total: 34:56 min.
01. Carol of the Bells
02. What Child Is This
03. O Come, O Come, Emanuel
04. O Holy Night
05. Hark! the Herald Angels Sing
06. In the Bleak Midwinter
07. O Come, All Ye Faithful
08. A Day, Bright Day of Glory
09. Silent Night
Duración total: 34:56 min.
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🌲 "El Silencio que Libera el Alma"
ResponderEliminarEn Aluminé, cuando la Navidad tiñe de dorado las cumbres y el río murmura historias que parecen suspendidas en el tiempo, me detengo a contemplar la quietud que rodea mi hogar. Aquí, donde los coihues y lengas se alzan como centinelas de lo antiguo y el viento arrastra secretos de los lagos hacia los valles, siento que la vida habla en susurros. Es en este escenario, entre la transparencia del aire y el murmullo constante del agua, donde la frase de Buda resuena con una claridad casi palpable: “Quienes se liberan de sus resentimientos encuentran la paz.”
La Navidad en estas latitudes no es un estruendo de luces ni de consumos; es un tiempo de reflexión, un espacio donde la intimidad con la naturaleza enseña lecciones que a veces olvidamos en la vorágine del mundo. Aquí, bajo el cielo vasto y silencioso de la Patagonia, he comprendido que los resentimientos son como piedras que cargamos en la mochila del corazón: pesan, desgastan y, aunque invisibles, moldean nuestro paso. Nos impiden ver los matices del paisaje, escuchar los cantos del viento, sentir la calidez de un gesto sincero. Liberarnos de ellos no significa olvidar, sino soltar el lastre que nos impide avanzar.
Caminar por los senderos nevados o junto a la ribera del río Aluminé me enseña que la naturaleza no guarda rencores. Los árboles no se aferran al invierno ni los ríos guardan la memoria de sus obstáculos: todo fluye, todo se renueva. Así también nuestra mente puede aprender a soltar. Cada resentimiento liberado abre un espacio en el alma donde la paz puede asentarse, donde la alegría vuelve a ser posible sin la sombra del pasado. Entender esto es aceptar que la verdadera libertad comienza cuando dejamos de aferrarnos a lo que nos duele.
El espíritu que invita MusiK EnigmatiK a explorar más allá del crepúsculo se manifiesta en estos momentos silenciosos. No necesitamos viajar lejos para encontrar la trascendencia; a veces, basta con mirar dentro de nosotros y enfrentar aquello que nos retiene. La Navidad patagónica, con sus noches largas y claras, ofrece la metáfora perfecta: el cielo estrellado no juzga, no exige, solo nos recuerda que cada chispa de luz que brilla allí también puede encenderse dentro de nosotros cuando soltamos lo que nos ata.
Liberarse del resentimiento no es un acto instantáneo; es un proceso delicado, casi artesanal. Implica reconocer las heridas, aceptar la propia vulnerabilidad, y permitir que la compasión hacia uno mismo y hacia los demás disuelva la rigidez del rencor. En este espacio íntimo, cada respiración profunda se convierte en un gesto de sanación. Cada pensamiento que decidimos transformar de hostilidad a comprensión es una pequeña construcción de paz que se expande, silenciosa pero poderosa, hasta tocar cada rincón de nuestra vida.
La paz que surge de esta liberación no es un estado lejano o inaccesible; es la tranquilidad que permanece aun cuando el mundo continúa su agitación, la certeza silenciosa de que hemos hecho espacio para la luz en nuestro interior. Y en estas noches navideñas, mientras las sombras se alargan sobre los cerros y el reflejo de las estrellas baila en el agua, siento que la verdadera celebración no está en los adornos ni en los regalos, sino en el acto profundo de soltar, de dejar ir, de elegir la serenidad por encima del rencor.
Hoy, desde mi rincón en Aluminé, comprendo que la invitación de Buda es también un regalo navideño: la paz no se encuentra fuera, sino en la liberación consciente de aquello que nos pesa. Cada resentimiento que soltamos nos acerca más a la armonía, nos permite escuchar los murmullos del viento, sentir la calidez del sol sobre la piel y reconocer que la vida, como el río y los bosques que me rodean, sigue fluyendo hacia adelante. En ese flujo silencioso, la Navidad revela su magia más profunda: la posibilidad de renacer, liberados, con el corazón ligero, abiertos a recibir la luz que siempre estuvo esperando.