El álbum "The Moon Stays Bright" de la arpista danesa Trine Opsahl es un fascinante viaje sonoro de calma, introspección y esperanza. Combina melodías cuidadosamente compuestas con seis piezas improvisadas, incluyendo nueve para arpa sola y tres dúos junto a su hija, la violonchelista Josefine Opsahl. Con un tono profundamente contemplativo, la obra fusiona raíces nórdicas y célticas con una atmósfera espiritual y terapéutica, cumpliendo el propósito de su creadora: ofrecer un himno a la vida, al amor y al alivio interior. Las piezas “Moonscapes I–III” destacan por su cualidad etérea, como portales hacia paisajes emocionales bañados por la luz lunar. Cada nota parece invitar al silencio, a la sanación y a reconectar con la belleza serena del instante presente.
Trine Opsahl - The Moon Stays Bright (2022)
01. The Moon Stays Bright
02. Moonscapes I
03. Do Not Simply Pass by Like a Dream
04. Rose of the Eternal Spring (Duo)
05. Return of the Light
06. Moonscapes II
07. Stars Lie Hidden in You
08. Do Not Simply Pass by Like a Dream (Duo)
09. I May Look Distant but I Am so Close
10. Moonscapes III
11. The Moon Stays Bright (Duo)
12. Vigga's Song
Duración total: 73:14 min.
01. The Moon Stays Bright
02. Moonscapes I
03. Do Not Simply Pass by Like a Dream
04. Rose of the Eternal Spring (Duo)
05. Return of the Light
06. Moonscapes II
07. Stars Lie Hidden in You
08. Do Not Simply Pass by Like a Dream (Duo)
09. I May Look Distant but I Am so Close
10. Moonscapes III
11. The Moon Stays Bright (Duo)
12. Vigga's Song
Duración total: 73:14 min.
.jpg)
“Solo el amor convierte en milagro el barro”
ResponderEliminarReflexión desde una mañana de primavera en Aluminé
La lluvia cae suave esta mañana en Aluminé. No es una tormenta, ni un aguacero furioso. Es una caricia que se desliza sobre los techos de chapa, sobre los ñires aún tímidos en su verde nuevo, sobre el río que murmura como si recordara una canción antigua. El aire huele a tierra viva, a barro que se despierta con el toque del agua y del amor que todo lo renueva.
José Martí escribió: “Solo el amor convierte en milagro el barro.” Y aquí, en este rincón del sur neuquino, donde la primavera es una promesa más que una certeza, esa frase se vuelve verdad tangible. Miro mis manos cubiertas de tierra mientras intento trasplantar una planta que sobrevivió al invierno, y pienso que quizás todos somos eso: barro buscando su milagro.
Porque el barro, por sí solo, es materia. Es peso, es sustancia, es lo que somos cuando aún no recordamos el espíritu que nos habita. Pero cuando el amor —no el romántico, sino ese amor que da sin exigir, que observa sin juzgar, que abraza sin poseer— toca ese barro, algo sagrado despierta. El barro se vuelve vida, se vuelve forma, se vuelve creación.
En Aluminé, la gente sabe de ese milagro silencioso. Se aprende en los días grises, cuando la leña se humedece y el fuego cuesta encender, pero igual se insiste. Se aprende en los caminos de ripio, donde cada pozo y cada curva son una lección de paciencia. Se aprende en el mate compartido, donde el calor no viene del agua, sino de la compañía. Aquí, la primavera no llega con estridencia: llega con una lenta ternura, como un perdón que florece.
El amor —ese que convierte barro en milagro— también se siente en los sonidos. En el silbido del viento entre los coihues, en el canto de un zorzal que desafía la llovizna, en la música que uno lleva dentro cuando comprende que cada obstáculo no es un castigo, sino una oportunidad para crecer. MusiK EnigmatiK… qué nombre más justo para describir lo que sucede cuando el alma escucha con atención: la vida se vuelve una sinfonía secreta, una danza invisible entre lo que somos y lo que anhelamos ser.
He comprendido que no hay barro que no pueda volverse milagro. Lo he visto en los ojos de los vecinos que reconstruyen sus huertas tras las heladas. Lo he sentido en el corazón propio, que después de cada caída encuentra la fuerza para volver a amar. A veces, la lluvia no es tristeza: es el llanto de la tierra limpiando las heridas del pasado. Y cuando el sol regresa, no somos los mismos. Algo se purifica, algo se redime.
Vivir en Aluminé durante la primavera es vivir un proceso de alquimia. Es ver cómo la naturaleza transforma la dureza del invierno en suavidad, cómo el frío se disuelve en brotes, cómo el silencio se vuelve canto. Así también el alma, cuando se permite sentir, cuando se deja tocar por la bondad, encuentra su florecer.
“Solo el amor convierte en milagro el barro.” Sí. El amor a uno mismo, el amor a los demás, el amor a la vida tal cual se presenta —con su niebla, con sus charcos, con sus cielos indecisos—. El amor que no pide, que no se justifica, que simplemente es.
Y en esta mañana nublada, mientras el río Aluminé continúa su viaje hacia lo desconocido, entiendo que todos somos ese río. Que nuestro destino no es resistir el cauce, sino fluir con él. Que cada gota de lluvia, cada instante de quietud, cada nota que vibra en nuestro espíritu, nos recuerda lo esencial: somos barro, sí, pero un barro capaz de milagros.
"En cada amanecer, el espíritu renace. Y en cada acto de amor, el universo se reescribe."